Aula Pablo VI Sábado 23 de noviembre de 2013
Queridos hermanos y hermanas:
¡Gracias por vuestra acogida! Os saludo cordialmente a todos.
Desearía repetir hoy que las personas ancianas han sido siempre protagonistas en la Iglesia, y lo son todavía. Hoy más que nunca la Iglesia debe dar ejemplo a toda la sociedad del hecho que ellas, a pesar de los inevitables «achaques», a veces incluso serios, son siempre importantes, es más, indispensables. Ellas llevan consigo la memoria y la sabiduría de la vida, para transmitirlas a los demás, y participan a pleno título en la misión de la Iglesia. Recordemos que la vida humana conserva siempre su valor a los ojos de Dios, más allá de toda visión discriminante.
La prolongación de las expectativas de vida, introducida a lo largo del siglo XX, comporta que un número creciente de personas sufre patologías neurodegenerativas, a menudo acompañadas por un deterioro de las capacidades cognitivas. Estas patologías asedian el mundo socio-sanitario tanto en el aspecto de la investigación como en el de la asistencia y la atención en los centros socio-asistenciales, así como también en la familia, que sigue siendo el lugar privilegiado de acogida y de cercanía.
Es importante el apoyo de ayudas y de servicios adecuados, orientados al respeto de la dignidad, de la identidad, de las necesidades de la persona asistida, pero también de quienes les asisten, familiares y agentes profesionales. Esto es posible sólo en un contexto de confianza y en el ámbito de una relación mutuamente respetuosa. Así vivida, la experiencia de los cuidados se convierte en una experiencia muy rica tanto profesional como humanamente; en caso contrario, llega a ser mucho más semejante a la sencilla y fría «tutela física».
Se hace necesario, por lo tanto, comprometerse en favor de una asistencia que, junto al tradicional modelo biomédico, se enriquezca con espacios de dignidad y de libertad, lejos de la cerrazón y de los silencios, la tortura de los silencios. El silencio, muchas veces se transforma en una tortura. Estas cerrazones y silencios que con demasiada frecuencia rodean a las personas en ámbito asistencial. En esta perspectiva quisiera subrayar la importancia del aspecto religioso y espiritual. Es más, ésta es una dimensión que sigue siendo vital incluso cuando las capacidades cognitivas se reducen o se pierden. Se trata de poner en práctica un especial acercamiento pastoral para acompañar la vida religiosa de las personas ancianas con graves patologías degenerativas, con formas y contenidos diversificados, porque, en cualquier caso, su mente y su corazón no interrumpen el diálogo y la relación con Dios.
Desearía terminar con un saludo a los ancianos. Queridos amigos, vosotros no sois sólo destinatarios del anuncio del mensaje evangélico, sino que sois siempre, a pleno título, también anunciadores en virtud de vuestro Bautismo. Vosotros podéis vivir cada día como testigos del Señor, en vuestras familias, en la parroquia y en los demás ambientes que frecuentáis, haciendo conocer a Cristo y su Evangelio, especialmente a los más jóvenes. Recordad que fueron dos ancianos quienes reconocieron a Jesús en el Templo y lo anunciaron con alegría y con esperanza. Os encomiendo a todos a la protección de la Virgen, y os doy las gracias de corazón por vuestras oraciones. Ahora, todos juntos, recemos a la Virgen por todos los agentes sanitarios, los enfermos, los ancianos, y luego recibimos la bendición (Avemaría…).