El capellán del equipo de cuidados paliativos

 

Autores:
Virgilio Sánchez Marcos (1)
Carlos Centeno Cortés (2)
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EL CAPELLÁN DEL EQUIPO DE CUIDADOS PALIATIVOS

1. INTRODUCCIÓN
2. OBJETIVOS
3. ACTITUDES Y PREPARACIÓN PARA LA ATENCIÓN ESPIRITUAL.
4. EL TRABAJO DEL SACERDOTE
5. EL SACERDOTE DENTRO DEL EQUIPO INTERDISCIPLINAR
6. LOS SACRAMENTOS AL FINAL DE LA VIDA
7. RESUMEN
8. EVALUACIÓN
9. REFERENCIAS

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EL CAPELLÁN DEL EQUIPO DE CUIDADOS PALIATIVOS

1. INTRODUCCIÓN
Las cuestiones espirituales llegan a ser tremendamente importantes en muchas personas que atraviesan una enfermedad terminal. Esto ocurre porque la enfermedad afecta al cuerpo y a la persona en su totalidad. Por ello en la atención al enfermo no debe perderse de vista nunca esta perspectiva global u holística(1). Las necesidades espirituales de un enfermo con cáncer o con una enfermedad terminal son diferentes a las de otros pacientes. En cualquier otra situación que no lleve implícita la posibilidad de morir pueden surgir necesidades también, pero lógicamente la repercusión emocional y espiritual es de menor rango y se atenúan en un equilibrio en cuanto la situación se resuelve o se estabiliza. Los pacientes terminales, por otra parte, se encuentran en unas condiciones físicas y mentales diferentes a las habituales, o a otros enfermos, por la propia enfermedad, o a veces por la medicación que se les suministra, o también por la cercanía de la muerte.

Es difícil establecer la relación de las necesidades espirituales que se presentan con más frecuencia en la fase terminal. Entre ellas están la necesidad de dar y recibir amor, de perdonar y ser perdonado, de encontrar sentido al sufrimiento, de tener esperanza en algo o en alguien, de alcanzar paz interior, de perdurar o de dejar una huella, de trascender, de despedirse… Las personas de fe, y muchas otras, experimentan también la necesidad de fortalecer la relación personal con Dios, de prepararse para un encuentro en el cielo, de purificarse, de rezar… Todo lo que supone la atención cuidadosa a las necesidades espirituales es realizar asistencia integral y contribuye a dignificar la situación terminal del enfermo. Además, las preocupaciones espirituales pueden tener un profundo impacto sobre el curso de la enfermedad: pueden ser parte integral de la sintomatología o expresarse como síntomas físicos. Si se fracasa en el reconocimiento del malestar espiritual como un contribuyente importante de las quejas físicas del paciente, pueden perderse muchas energías y un tiempo precioso en tratamientos que, por otra parte, serán incapaces de aliviar al paciente (2).

Todos los miembros de un equipo tienen que saber reconocer las manifestaciones de la espiritualidad en cada paciente, evaluar sus necesidades, proporcionar consejo, escuchar confidencias cuando lo requiere, darle soporte emocional y espiritual, promover una comunicación abierta… A veces se trata también de emplear otros remedios o técnicas que puedan contribuir a aliviar el sufrimiento interior, como por ejemplo la musicoterapia, el masaje, una medicación ansiolítica apropiada, etc. Todo esto siempre ha sido una parte de los cuidados paliativos que un equipo que atiende pacientes terminales debe realizar. Todos deben tener capacidad de reconocer y actuar sobre esta esfera de la persona enferma. Por lo tanto no es misión sólo del agente pastoral o del capellán, como también se llama en nuestro medio. Para todos los miembros del equipo es primordial respetar las creencias del paciente. No es imprescindible que las personas que atienden al enfermo estén de acuerdo con sus creencias para tomarlas en serio y ayudar: también los no creyentes pueden contribuir al bienestar espiritual del paciente.

Aunque todos tengan una actitud abierta a la realidad espiritual, dentro del equipo es el capellán el experto en temas espirituales. Como tal debe ser considerado por el resto del equipo porque tiene un papel que es propiamente suyo y lo aborda de un modo diferenciado de sus compañeros. El apoyo espiritual del capellán se percibe como un apoyo especializado. Es el acompañamiento de un experto en esos tiempos finales en los que la vida se agota y las necesidades espirituales surgen, se complican y cambian. El capellán debe mantener su papel, su lugar propio entre los compañeros. Lo explica uno de los primeros capellanes del St Christopher’s Hospice, traicionaría a su oficio si olvida su compromiso primario con lo espiritual, si no viera para él otro papel que el que desempeñan ya otros miembros del equipo como el trabajador social, el psicoterapeuta o los voluntarios. Su sitio está del lado de Dios. Su cuidado son las cosas que afectan a Dios: “Tomado entre los hombres en favor de los hombres es instituido para las cosas que miran a Dios” (Hebreos 5, 1) (3).

Nos referimos preferentemente a la labor del sacerdote católico por ser esta la religión predominante en España y Latinoamérica. Sin embargo, conviene señalar expresamente que el mismo reconocimiento, respeto a las creencias y facilidades de atención, deben encontrar los pacientes de cualquier otra religión, o de ninguna. Un equipo que atiende enfermos terminales no debe regatear esfuerzos para localizar el ministro más adecuado a la situación y necesidades de un enfermo concreto.

2. OBJETIVOS

Al final de este tema el lector deberá ser capaz de reconocer la importancia de la labor específica del capellán dentro de un equipo de cuidados paliativos y podrá enumerar características de su modo de trabajar.

3. ACTITUDES Y PREPARACIÓN PARA LA ATENCIÓN ESPIRITUAL.

La actitud previa del sacerdote es muy importante para realizar su trabajo en armonía dentro de un equipo, con los pacientes y con las familias. El capellán debería acercarse a cada enfermo “de puntillas”: respetando delicadamente su momento, su descanso, el trabajo de otros en su habitación, las tareas de limpieza, el silencio u otras compañías presentes. No es minusvalorar una labor, es un modo de estar y un modo de trabajar con los enfermos. Para fomentar esa delicadeza, prudencia y discreción en su tarea, a algunos sacerdotes les ayuda el considerar desde su propia órbita la trascendencia de su tarea: lleva una realidad sagrada, Dios, a una tierra también sagrada, el paciente. Y esto porque de alguna manera se acerca al misterio de una vida cuya clave solo Dios conoce y porque son portavoces o ministros de una realidad que, antes de ser dada a conocer con palabras, debería ser apreciada por la actitud y por los gestos. Estos gestos serán fruto del tiempo de adoración del sacerdote ante Dios antes de ir junto al enfermo. Un tiempo en el que considera con respeto los proyectos que Dios puede tener sobre cada enfermo. Por eso debería presentarse ante el paciente, en sentido espiritual, de puntillas, descalzo o de rodillas. El ministro no debería perder esta actitud reverente ante lo sagrado porque para él, el hombre es el reflejo de Dios y el hombre enfermo es Cristo paciente.

Un capellán puede desempeñar su función con todo tipo de pacientes. Por vocación y por preparación puede desempeñar su papel no sólo con los pacientes de su propia religión, ni sólo con los creyentes. Se puede decir que por vocación, porque alguien que se sabe Pastor llamado por Dios, procura verle en todos y cada uno de los enfermos que trata. Pero también necesita una preparación específica que no todo sacerdote tiene por el hecho de ser sacerdote. Por tanto ser sacerdote no significa necesariamente ser ya un buen capellán. Deben reunirse algunas condiciones. Algunos autores han enumerado las cualidades para actuar como asistente pastoral (ver tabla 1). La preparación específica de un capellán se obtiene de la propia formación sacerdotal, de las aportaciones que trasmiten capellanes expertos, del propio entrenamiento, y también del estudio de diversos aspectos relacionados con la enfermedad. En la Tabla 2 se sugieren algunos temas importantes para un capellán y monografías recientes en castellano que pueden resultar de utilidad a quien busque mayor preparación.

4. EL TRABAJO DEL SACERDOTE

La primera visita de un sacerdote a un enfermo será una visita amistosa y de apertura. Cuando el sacerdote conoce un paciente, es muy oportuno que se interese en primer lugar por su situación preguntándole qué tal ha dormido, si tiene dolores, si la comida es de su agrado, … y cosas parecidas. Pequeños detalles que harán ver al paciente el interés verdadero que se tiene por él y que se le está ofreciendo una ayuda. Al presentarse el sacerdote, algún signo claro en su aspecto externo puede ayudar a identificar su oficio de capellán. También llevar bata blanca es conveniente, porque sirve para expresar la condición de miembro del equipo. Hay que prestar atención a la comunicación no verbal, a la actitud amable, al contacto, … matices importantes que hacen sentir cercanía y confianza. En esa primera visita, un rápido vistazo a la habitación puede suministrar información sobre los valores del paciente: fotos de familia, imágenes religiosas, etc. Se recomienda no comenzar con preguntas cerradas, por ejemplo: “¿necesita usted alguna cosa?”, porque si el paciente dijera que no el capellán poco más podrá hacer. El sacerdote tratará de conectar con la espiritualidad propia del paciente, interesándose por sus costumbres o su orientación religiosa. Son preferibles las cuestiones abiertas: “¿Qué puedo hacer yo por usted?”. Es ésta la pregunta clave para el capellán y para el paciente. Pueden escucharse contestaciones de compromiso. Habrá silencios que hay que saber llevar. Algunos contestarán algo así: “rece por mí”, “¿podría traerme la comunión?”, “lo que está haciendo ahora: darme conversación”, “sentarse un rato a descansar conmigo”… Estas primeras respuestas sitúan rápidamente al sacerdote. También la expresión del paciente ayuda a detectar si la presencia del sacerdote es gratificante o no. Si es aceptado, conviene sentarse sin prisas, sin consultar el reloj, porque lo más importante a partir de ese momento es esa comunicación con el enfermo. El capellán tiene que saber detectar el momento de intentar ayudar a resolver algunos problemas del enfermo. No es tan fácil hablar de cosas espirituales. A veces un ejemplo o una pequeña historia con la que el enfermo pueda identificarse pueden romper el hielo. Si es el momento el paciente conversará o pedirá que se acomode. En caso contrario hay que dejar una puerta abierta “si quieres, podemos hablar de esto otro día”. Estos encuentros buscan conectar con la espiritualidad propia del paciente: a algunos les puede ayudar recibir una estampa, a otros recibir la felicitación por su santo o por la festividad del patrón de su localidad. Las celebraciones de fechas señaladas: aniversarios de boda, cumpleaños, fiestas religiosas les puede facilitar una apertura hacia lo sobrenatural.

La evaluación de las necesidades espirituales del paciente no es cuestión de un instante. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo cabal de la situación o momento espiritual de un paciente que de hecho es compleja y cambia con el proceso de la enfermedad. Se requiere también flexibilidad para ir respondiendo a las necesidades que plantee. Se requiere, en fin, adaptarse a los tiempos que el paciente marca. También habrá que saber aceptar situaciones en las que no se conecta con el paciente. Quizá baste en esos casos estar disponible o saludar un momento con una palabra amable. Una vez más el acompañamiento se presenta como palabra clave en lo espiritual. Al charlar con un paciente, las preguntas deben hacerse con amabilidad, con pleno respeto hacia el derecho del paciente a tener sus propios valores y creencias, y a permanecer en silencio ante dichas preguntas. Se puede obtener información acerca del concepto que el enfermo tiene de Dios preguntándole sencillamente: “¿eres persona religiosa?”, “¿es Dios importante para ti?”. Las explicaciones que el enfermo suele añadir a sus respuestas servirán de orientación para aproximarse a sus necesidades espirituales. La cuestión también puede también abordarse con preguntas acerca de cuál es la fuente de esperanza y fuerza para el enfermo. Por ejemplo: “¿a quién recurre usted cuando necesita ayuda?”. Es importante preguntar con delicadeza acerca de las prácticas religiosas con especial atención a las que se relacionan con la vida hospitalaria y la atención de la salud: “¿rezas algo?”, “¿procuras practicar tu religión?”, “aquí tenemos Misa todos los días”, “se reparte la comunión a tal hora”, “podemos charlar o confesar a cualquier hora, si lo deseas”. También podrían ser útiles preguntas sobre la relación entre las creencias religiosas y la salud. Como por ejemplo: “¿El hecho de estar enfermo ha cambiado en algo sus creencias o su manera de practicar la religión?”

Un estudio realizado mostró que para los enfermos es importante que el capellán les ayude a rezar, les administre los sacramentos y, en tercer lugar, les ayude con su consejo a ellos y sus familias(4). Respecto a la oración muchas veces se experimenta como una necesidad: el enfermo necesita estar con Dios, encontrarse con El y pedirle cosas. El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la oración y quieren rezar. Pero algunos enfermos dicen que no pueden rezar en su situación: por imposibilidad de concentración, por cansancio. Nunca se han encontrado de tal manera. El sacerdote debe explicarles otros modos de rezar: sólo mirando con amor a imágenes piadosas, ofreciendo mentalmente a Dios los dolores o molestias o el hecho de estar en el hospital… Cuando al enfermo se le explica esto, entenderá que su oración es muy valiosa en esos momentos y que ahora eso es todo lo que Dios espera de él. Muchos enfermos agradecen que se rece con ellos: un padrenuestro o un avemaría, breves oraciones, oraciones de la infancia, etc. Muchas veces piden rezar juntos. A veces tan solo musitar “Amén” para un enfermo fatigado o “inventarse” una breve oración a propósito del momento puede ser la mejor plegaria para el enfermo. Es muy útil suministrar algunas oraciones sencillas impresas, una estampa, o algún libro sencillo, etc. Muchos agradecerán que el sacerdote les asegure que reza por ellos. Todo ello sin imponer nada, respetando con extrema delicadeza las creencias y opiniones del paciente. Por supuesto, en las cuestiones doctrinales el sacerdote no debe echar un pulso con nadie en esas circunstancias. Debe trasmitir la doctrina cuando sea el momento, pero nunca discutir o entrar en polémicas. En personas piadosas que se sienten inútiles y postradas, las consideraciones espirituales del capellán pueden reforzar su autoestima y aportar una visión cristiana a la situación: “nunca ha sido usted más útil ni más eficaz que ahora”, “al ver el crucifijo verá que Jesús está en la Cruz por Amor”,… La bendición también es un símbolo religioso capaz de aportar serenidad y paz al enfermo y a los familiares; un gesto sencillo que puede facilitar un clima y un reconocimiento de la dimensión espiritual de la persona.

Para poder desarrollar correctamente sus funciones de capellán es necesario, en primer lugar, que el sacerdote esté presente habitualmente como miembro del equipo de cuidados. La presencia del sacerdote con los enfermos que se encuentran al final de la vida no debe reducirse a los últimos momentos o a la exclusiva administración de los sacramentos en los últimos instantes. Una manera de describir la labor de un capellán podría ser “acompañamiento personal al final de la vida”. Acompañar quiere decir estar junto a alguien que va hacia algún sitio. El sacerdote sabe estar al lado sin forzar, respetando siempre la conciencia del enfermo. El sacerdote lo que quiere es ayudarle en los problemas interiores que surgen en los últimos tiempos de la vida de una persona. No se trata de llevarlo en ninguna dirección, entre otras cosas porque al cielo solo se puede llegar libremente. Es el enfermo quien va experimentando su propio proceso espiritual y ahí, junto a él, tiene un sacerdote que sabe de eso, sabe tratar de esos temas, y sabe cómo ayudar. No está solo con sus preocupaciones espirituales. El paciente está acompañado por alguien capaz de ayudar, sugerir, orientar, facilitar …, capaz de darle lo que necesita. Una labor así del capellán supone una presencia continuada. Por eso el capellán en el hospital debería ser una figura familiar y cercana para todos y él debería conocer en muchos casos los nombres de los pacientes terminales ingresados y a muchos de los demás miembros del equipo asistencial.

Junto a un enfermo la presencia del capellán se convierte en presencia de Dios, en presencia de lo trascendente o presencia de lo espiritual, según la situación personal de cada uno(5). El enfermo identifica la figura del capellán con la del mediador de Dios o, al menos, con la de una persona de bien que puede aportar respuestas a los interrogantes del momento. Por eso, con frecuencia, el asistente pastoral se verá interpelado directamente con dudas y problemas personales. El enfermo espera respuestas espirituales del capellán y no ofrecerlas, o hacerlo con soluciones de menor rango, sería defraudarle. El capellán debe saber encauzar el despertar del espíritu que suele ocurrir en situación terminal, para ayudar, no para imponer creencias. Para la persona religiosa la visita de un ministro a su habitación es el momento privilegiado para sentir la presencia de Dios y de la comunidad creyente que quiere acompañarle y apoyarle en ese momento. Para el cristiano el capellán lleva la presencia de Cristo y de su Iglesia(6). Es responsabilidad del sacerdote ofrecer los servicios espirituales adecuándolos a cada situación concreta. Pero sólo se podrá llevar a cabo con máxima eficacia cuando el acompañamiento es habitual y la persona ha ido abriéndose a lo espiritual base de muchos momentos íntimos y muchos contactos.

5. EL SACERDOTE DENTRO DEL EQUIPO INTERDISCIPLINAR

El sacerdote recibe de los demás miembros del equipo, médicos, enfermeras, trabajador social, etc, datos, impresiones e interpretaciones sobre la situación clínica del paciente. También recibe valiosa información inicial sobre su entorno familiar. El sacerdote se integra dentro del equipo de cuidados paliativos entrando en diálogo con los demás miembros del equipo y trabajando de modo armónico con todos. No por libre o a su aire. Debe buscar contacto con todos y mostrarse asequible y cercano. No será extraño que otros profesionales del equipo aprovechen su cercanía para consultar alguna duda o para solicitar atención espiritual. La progresiva interacción por el equipo aportará al sacerdote la preparación precisa para ser un buen capellán. Por su parte, su presencia en el equipo contribuye a resaltar la importancia de la atención integral del paciente en cuidados paliativos.

Cada equipo buscará la manera de concretar de modo visible la participación del sacerdote de algún modo patente a todos. El capellán puede, por ejemplo, participar en las sesiones de autoformación del equipo que puedan ser de su interés, o encargarse de los temas de atención espiritual cuando el equipo imparte docencia a otros profesionales. Es importante su participación en la reunión interdisciplinar periódica del equipo en la que muchas veces escuchará con discreción lo que otros aportan. Con otros pacientes tendrá que ser él quien oriente a los demás con consideraciones basadas en su conocimiento de una situación personal o familiar. Es cierto, que en su tarea recibe confidencias y trata de otros temas que se dicen para no ser comunicados a terceros. Cualquier sacerdote sabe bien esto y encontrará la manera de orientar a los demás del equipo respetando su discreción.

Conviene que la actitud del capellán sea siempre activa y no debería esperar a ser avisado por otro miembro del equipo para presentarse a saludar a un enfermo. Todos pueden facilitar la tarea del capellán sugiriendo la visita o hablando con el paciente. Quien por su trabajo como sanitario o por su función de cuidador permanece de un modo más continuo y cercano al cuidado del paciente, está en una situación inmejorable para identificar cuándo un paciente desea asistencia espiritual.

La familia está dentro de los objetivos del cuidado del equipo y puede alejar o acercar al capellán del enfermo. Muchas veces es la familia la que marca los momentos para la atención. El capellán trabaja con la familia desde el principio para que no relegue la atención del paciente a los momentos finales de inconsciencia o confusión. Además conviene señalar la importancia de atender espiritualmente también a la familia. No olvidemos que muchas veces hay tanto sufrimiento en las personas que están alrededor como en el propio paciente. Hay que atender de modo especial a los cuidadores inmediatos, viendo en ellos, personas necesitadas de asistencia espiritual y colaboradores necesarios para aliviar el sufrimiento del paciente.

6. LOS SACRAMENTOS AL FINAL DE LA VIDA

El sacerdote puede ayudar con algo que le es exclusivo porque los sacramentos sólo puede celebrarlos él. Para los enfermos en fase avanzada los sacramentos pueden ser un momento gratificante y una experiencia viva y alentadora. Las personas creyentes saben que Dios les acompaña en la enfermedad pero necesitan “sentirle”, experimentar su cercanía. Como signos sensibles y eficaces que son, los sacramentos confortan, dan paz, facilitan ese acercamiento y contacto con Dios y con su ayuda. Su celebración en esta etapa de la enfermedad hay que situarla en el proceso espiritual de acompañamiento y de maduración cristiana. Los niveles de fe de los pacientes aconsejarán a los agentes pastorales discernir sobre la oportunidad o conveniencia de su celebración(7).

Aunque propiamente los sacramentos de enfermos son la Penitencia, Comunión de Enfermos y Santa Unción, se debe recordar que el Bautismo es la puerta de entrada en la Iglesia y que posibilita la recepción de todos los demás sacramentos. Como indica el Catecismo de la Iglesia Católica(8), si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento de la Unción puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía.

El sacramento del perdón

Durante la enfermedad terminal algunos pacientes experimentan con fuerza la necesidad de alcanzar paz interior. Para un cristiano, estar en paz con Dios es un componente fundamental de su paz interior. El deseo del perdón de Dios y su celebración, que son siempre una condición esencial de toda la vida cristiana, surgen con más fuerza durante la última enfermedad. Para un católico estas circunstancias son ocasión de oír la llamada de Dios a la conversión y volver a Él mediante la confesión de los pecados según el rito establecido(9). Los que cuidan al enfermo deberían facilitar esta tarea que tanto puede contribuir al bienestar espiritual de un católico.

Eucaristía y Comunión de enfermos:

La Comunión se llamó desde antiguo “medicina de inmortalidad” y la Comunión que se recibe en los últimos momentos de la vida se llamó “Viático” o alimento para el último viaje. La Comunión para los enfermos es una tradición de la Iglesia Católica con un significado espiritual concreto: tener la compañía de Jesús Sacramentado en los últimos tramos del camino de esta vida. Recibir el Cuerpo de Cristo significa la unión con Cristo, la separación del pecado y la unión con la Iglesia(10). Por la importancia que tiene para los católicos recibir la Comunión mientras permanecen enfermos o ingresados en el Hospital, se debe facilitar que puedan recibirla en la habitación. Habrá que buscar el momento más oportuno para los enfermos, evitando en lo posible la coincidencia con otros servicios o visitas. Sería deseable que alguien acompañe al sacerdote para facilitar la administración del sacramento con dignidad.

El sacramento de la Unción de los Enfermos:

La Santa Unción es el sacramento específico de la enfermedad y no de la muerte. Va dirigido hacia la salud y restablecimiento del enfermo. Desde los principios de la cristiandad se practica la Unción de los enfermos. Con frecuencia los profesionales desconocemos la realidad de este sacramento. Un modo de entender el significado que tiene para los católicos es conocer algo su contenido. La oración inicial, con el texto del Nuevo Testamento en el que se refiere cómo lo celebraban los primeros cristianos este sacramento, se recoge en la figura 1. Después siguen otras oraciones y la unción de las manos y la frente del enfermo por el sacerdote. En ese momento el sacerdote añade “por esta Santa Unción y por su bondadosa misericordia te ayude el Señor con la gracia del Espíritu Santo, para que libre de tus pecados, te conceda la salvación y te conforte en tu enfermedad. Amén.”

Un punto conflictivo en la Unción es el temor que puede provocar a la familia y al propio enfermo y el momento adecuado para recibirlo. No debería ser en el último instante sino cuando el paciente pueda reconfortarse y disfrutar con él. Se puede recibir cuando se empieza a estar grave. Si la labor del sacerdote se realiza como un verdadero acompañamiento al final de la vida, la Unción será la consecuencia lógica de este trato continuado con el enfermo, y no un momento traumático o apresurado en la agonía. En cualquier caso el capellán debe explicar con habilidad, antes, a la familia y al enfermo, los bienes que reporta. No algo que dé temor sino paz espiritual. Desde luego se puede y se debe administrar la Unción también a los enfermos graves, no conscientes, con tal de que sean cristianos y que no lo hayan rechazado expresamente, porque la fe explica que los sacramentos también son eficaces por sí mismos y no dependen sólo de la devoción del que los recibe.

Para terminar, parece apropiado recoger aquí el testimonio de un enfermo terminal, y médico experimentado también, –el prof. Vallejo-Nájera, que falleció por un cáncer de páncreas- que narra su experiencia al recibir el sacramento de la Unción(11):

Recibí la Unción de los enfermos a los quince días de que me comunicasen el diagnóstico infausto; interpreté que mi fin era inmediato, que apenas me quedaban unas semanas de vida, y aproveché un día que me encontraba bastante bien para solicitarla y poder disfrutar de ella.

Es lo que antes se llamaba extremaunción, que se le daba al enfermo cuando estaba para morirse y no se enteraba de nada. Nosotros, en el argot hospitalario la llamábamos la puntilla. Decíamos: “ese está muy mal; le han dado ya la puntilla”. Pero, en realidad es un sacramento enormemente consolador; en él se pide por la conservación de la vida del enfermo en este mundo, también, porque se considera la vida como una unidad. Con él recibes todos los alivios espirituales que te puede proporcionar nuestra hermosa religión. O sea que recomiendo, vivamente, el recibirlo en el momento oportuno. No dejarlo para el final. Yo le pedí a mi mujer y a mis hijos que estuvieran presentes, alguno se resistió, pero luego les ha quedado muy buen recuerdo a todos. Fue muy consolador.

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Sacófago paleo-cristiano

 

  1. RESUMEN– Las necesidades espirituales de un enfermo con cáncer o con una enfermedad terminal son diferentes a las de otros pacientes. Entre ellas están la necesidad de dar y recibir amor, de perdonar y ser perdonado, de encontrar sentido al sufrimiento, de tener esperanza en algo o en alguien, de alcanzar paz interior, de perdurar o de dejar una huella, de trascender, de despedirse. Las personas de fe, y muchas otras, experimentan también la necesidad de fortalecer la relación personal con Dios, de prepararse para un encuentro en el cielo, de purificarse, de rezar…
    – Todos los miembros de un equipo tienen que saber reconocer las manifestaciones de la espiritualidad en cada paciente. Dentro del equipo el capellán es el experto en temas espirituales.
    – La actitud previa del sacerdote es muy importante para realizar su trabajo en armonía dentro de un equipo, con los pacientes y con las familias. El capellán debería acercarse a cada enfermo “de puntillas”: respetando delicadamente su momento.
    – La primera visita de un sacerdote a un enfermo será una visita amistosa y de apertura. Pero la evaluación de las necesidades espirituales del paciente no es cuestión de un instante. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo cabal del momento espiritual de un paciente.
    – Para poder desarrollar correctamente sus funciones de capellán es necesario que el sacerdote esté presente habitualmente como miembro del equipo de cuidados. La presencia del sacerdote no debe reducirse a los últimos momentos o a la exclusiva administración de sacramentos. Una manera de sintetizar la labor de un capellán podría ser “acompañamiento personal al final de la vida”.
    – El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la oración y quieren rezar. Algunos pacientes experimentan la necesidad de la oración: el enfermo necesita estar con Dios, encontrarse con El y pedirle cosas. Algunos enfermos dicen que no pueden rezar en su situación: por imposibilidad de concentración, por cansancio. El sacerdote debe enseñarles otros modos de rezar en esos momentos.
    – Cada equipo buscará la manera de concretar la participación del sacerdote. El capellán puede participar en sesiones de autoformación del equipo y encargarse de los temas de atención espiritual cuando el equipo imparte docencia. También es importante que participe en una reunión interdisciplinar periódica.
    – Propiamente los sacramentos de enfermos son la Penitencia, Comunión de Enfermos y Unción. El Catecismo de la Iglesia Católica indica que, si las circunstancias lo permiten, la celebración del sacramento de la Unción puede ir precedida del sacramento de la Penitencia y seguida del sacramento de la Eucaristía.
    – La Unción de los enfermos es el sacramento específico de la enfermedad y no el sacramento de la muerte. Va dirigido hacia la salud y restablecimiento del enfermo y es conveniente administrarlo cuanto antes a los pacientes en situación terminal que lo deseen. Desde los principios de la cristiandad se practica la Unción de los enfermos.

 

 

  1. EVALUACIÓN1. Señale la respuesta correcta respecto a las necesidades espirituales del enfermo en fase terminal

    a. son comunes a todos los enfermos
    b. el enfermo en fase terminal experimenta de modo particular la necesidad de perdonar.
    c. es infrecuente que los enfermos se planteen cuestiones en relación al sentido del sufrimiento
    d. no es frecuente que sientan la necesidad de disponerse mejor con Dios
    e. todas son falsas

    2. Sobre las cuestiones espirituales en la fase terminal

    a. Todos deberían ser capaces de identificarlas
    b. El capellán es el experto de esos temas
    c. No siempre son fácilmente abordables
    d. Algunas veces la falta de costumbre hace sentirse incómodo ante ellas
    e. Todas son ciertas

    3. Sobre el sacerdote

    a. Todos los sacerdotes están preparados para asistir enfermos habitualmente
    b. Es necesaria una preparación específica del capellán
    c. Hay que dejar que el sacerdote actúe por su cuenta dada la seriedad de los problemas
    d. Tampoco hace falta un tacto especial para presentarse al paciente
    e. Todas son falsas

    4. Sobre el capellán en el equipo de cuidados paliativos

    a. Aunque forma parte del equipo es mejor no preguntarle por los problemas personales del enfermo
    b. Conviene que participe de la reunión interdisciplinar
    c. Es conveniente que asista a las sesiones formativas cuando se traten temas de su interés
    d. El equipo programará algunas actividades que concreten que forma parte del equipo
    e. Son ciertas b, c y d

    5. Sobre el modo de trabajar del capellán:

    a. Lo ideal es que el capellán trabaje a demanda
    b. Conviene que vea a los pacientes a hora fija
    c. La palabra acompañamiento expresa bien su modo de trabajar
    d. Es mejor no interrumpirle por los pasillos
    e. No debe estar presente habitualmente porque resultaría pesado

    6. Sobre la intervención del sacerdote

    a. Conviene que vaya al grano desde el principio ya que muchas veces no hay tiempo para más
    b. Todos los creyentes deberían rezar algunas oraciones tradicionales con el capellán
    c. Por la importancia de su tarea debe darse prioridad a su visita
    d. A la familia la atenderá cuando disponga de tiempo
    e. Se requiere una presencia continuada para hacerse cargo del momento espiritual del paciente

    7. Sobre la oración con los pacientes

    a. El enfermo y la familia con frecuencia encuentran paz en la oración
    b. A veces los pacientes no pueden rezar como antes
    c. Oraciones sencillas o “inventadas” pueden ser lo mejor cuando el paciente está cansado
    d. Conviene que el capellán haga alguna oración con el paciente o el cuidador
    e. Todo lo anterior es correcto

    8. Sobre el sacramento de la Unción

    a. La Unción de Enfermos es mejor reservarla para cuando el paciente está inconsciente para no asustarle
    b. En la oración del sacramento de la Unción no se pide una buena muerte sino la salud del enfermo
    c. La Unción se practica en la Iglesia desde la Edad Media aproximadamente.
    d. Cualquier profesional puede administrar la Unción si es creyente
    e. El Sacramento más específico de la enfermedad es el Viático

    9. Sobre los sacramentos de enfermos

    a. Son la Penitencia, Comunión de enfermos y Unción
    b. Si es posible se pueden administrar por el orden indicado en a.
    c. Solo el capellán puede administrar sacramentos
    d. Solo los bautizados pueden recibir sacramentos
    e. Todas son ciertas

    10. Sobre los asuntos espirituales señale la respuesta falsa

    a. A veces el sufrimiento espiritual agrava los síntomas
    b. Todos los pacientes experimentan de algún modo necesidades espirituales
    c. Las personas más religiosas tienen menos problemas
    d. Todas son falsas
    e. Todas son ciertas

 

Sensibilidad y capacidad de
escucha
Capacidad de sintonía con
la historia personal del paciente
Confianza y habilidad para
convertirse en amigo de otros
Personalidad abierta y
flexible
Cortesía y amabilidad
Capacidad de aceptar el
rechazo sin sentirse personalmente