Resumen de los PRAENOTANDA de la edición típica del Ritual Romano, y de las Orientaciones doctrinales y pastorales del Episcopado español (ed. de 1987).
1 Las enfermedades y los dolores han sido siempre considerados como una de las mayores dificultades que angustian la conciencia de los hombres. Sin embargo, los que tienen fe cristiana, aunque las sienten y experimentan, se ven ayudados por la luz de la fe, gracias a la cual perciben la grandeza del misterio del sufrimiento y soportan los dolores con mayor fortaleza. En efecto: los cristianos no sólo conocen, por las propias palabras de Cristo, el significado y el valor de la enfermedad de cara a su salvación y la del mundo, sino que se saben amados por el mismo Cristo que en su vida tantas veces visita y cura a los enfermos.
2 cuando la enfermedad se halla estrechamente vinculada a la condición del hombre pecador, no siempre puede considerarse como un castigo impuesto a cada uno por sus propios pecados (cf Jn 9, 3). El mismo Cristo, que no tuvo pecado, cumpliendo la profecía de Isaías, experimenta toda clase de sufrimientos en su Pasión y participa en todos los dolores de los hombres (cf Is 53, 4-5); más aun, cuando nosotros padecemos ahora, Cristo padece y sufre en sus miembros configurados con él. No obstante, todos esos padecimientos son transitorios y pequeños comparados con el peso de gloria eterna que realizan en nosotros.
3 Entra dentro del plan providencial de Dios que el hombre luche ardientemente contra cualquier enfermedad y busque solícitamente la salud, para que pueda seguir desempeñando sus funciones en la sociedad y en la Iglesia, con tal que esté siempre dispuesto a completar lo que falta a la Pasión de Cristo para la salvación del mundo, esperando la liberación de la gloria de los hijos de Dios
Es más: en la Iglesia, los enfermos, con su testimonio, deben recordar a los demás el valor de las cosas esenciales y sobrenaturales y manifestar que la vida mortal de los hombres ha de ser redimida por el misterio de la muerte y resurrección de Cristo.
4 No basta solo conque el enfermo luche contra la enfermedad, sino que los médicos y todos los que de algún modo tienen relación con los enfermos han de hacer, intentar y disponer todo lo que consideren provechoso para aliviar el cuerpo y el espíritu de los que sufren; al comportarse así, cumplen con aquella palabra de Cristo que mandaba visitar a los enfermos, queriendo indicar que era el hombre completo el que se confiaba a sus visitas para que le ayudaran con medios físicos y le confortaran con consuelos espirituales.
5 Los Evangelios muestran claramente el cuidado corporal y espiritual con que el Señor atendiá a los enfermos y el esmero que puso al ordenar a sus discípulos que procedieran de igual manera. Sobre todo, revela el sacramento de la Unción que, instituido por él y proclamado en la carta de Santiago, fue celebrado siempre por la Iglesia en favor de sus miembros con la unción y la oración de los presbíteros, encomendando a los enfermos al Señor doliente y glorioso para que los alivie y los salve (cf Sant 5, 14-16), exhortándolos también para que asociándose libremente a la pasión y muerte de Cristo colaboren al bien del pueblo de Dios.
En efecto, el hombre, al enfermar gravemente, necesita de una especial gracia de Dios para que, dominado por la angustia, no desfallezca su ánimo y, sometido a la prueba, no se debilite su fe.
Por eso Cristo robustece a sus fieles enfermos con el sacramento de la Unción fortaleciéndolos con una firmísima protección.
6 Este sacramento otorga al enfermo la gracia del Espíritu Santo, con lo cual el hombre entero es ayudado en su salud, confortado por la confianza en Dios y robustecido contra las tentaciones del enemigo y la angustia de la muerte, de tal modo que pueda no sólo soportar sus males con fortaleza, sino también luchar contra ellos e, incluso, conseguir la salud, si conviene para su salvación espiritual; asimismo le concede, si es necesario, el perdón de los pecados y la plenitud de la Penitencia cristiana.
7 En la Santa Unción, que va unida a la oración de la fe, se expresa ante todo la fe que hay que suscitar tanto en el que administra como, de manera especial, en el que recibe el sacramento; pues lo que salvará al enfermo es su fe y la de la Iglesia, que mira a la muerte y resurrección de Cristo, de donde brota la eficacia del sacramento y entrevé el reino futuro cuya garantía se ofrece en los sacramentos.
8 En la carta de Santiago se declara que la Unción debe darse a los enfermos para aliviarlos y salvarlos. Por lo tanto, esta Santa Unción debe ser conferida con todo cuidado y diligencia a los fieles que, por enfermedad o avanzada edad, vean en grave peligro su vida. Para juzgar la gravedad de la enfermedad basta con tener un dictamen prudente y probable de la misma, sin ninguna clase de angustia y, si fiera necesario, consultando la situación con el médico.
13 Tanto en la catequesis comunitaria como en la familiar los fieles deben ser instruidos de modo que sean ellos mismos los que soliciten la Unción y, llegado el momento oportuno de recibirla, puedan aceptarla con plena fe y devoción de espíritu, de modo que no cedan al riesgo de retrasar indebidamente el sacramento. Explíquese la naturaleza de este sacramento a todos cuantos asisten a los enfermos.
17 A todos ellos (obispos, párrocos, y vicarios parroquiales, capellanes de sanatorios y superiores de comunidades religiosas clericales) pertenece el disponer con una catequesis adecuada a los enfermos y a los que les rodean, mediante la colaboración de religiosos y seglares…
26 En el tránsito de esta vida, el fiel, robustecido con el Viático del Cuerpo y la Sangre de Cristo, se ve protegido por la garantía de la resurrección, según las palabras del Señor: El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día… la comunión en forma de Viático ha de considerarse como signo peculiar de la participación en el misterio que se celebra en el sacrificio de la misa, a saber, la muerte del Señor, y su tránsito al Padre.
27 Los pastores vigilarán para que no se difiera la administración de este sacramento y así puedan los fieles robustecerse con su fuerza en plena lucidez.
28 Conviene, además, que el fiel durante la celebración del Viático renueve la fe de su Bautismo, con el que recibió su condición de Hijo de Dios y se hizo coheredero de la promesa de la vida eterna.
32. En el Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, si padece un miembro, padecen con él todos los demás miembros. La piedad hacia los enfermos y las llamadas obras de caridad y mutuo auxilio para remediar las necesidades humanas; igualmente, todos los esfuerzos científicos para prolongar la vida y toda la atención que cordialmente se presta a los enfermos, sean quienes sean los que así procedan, deben considerarse como una preparación evangélica y, de algún modo, participan en el misterio reconfortador de Cristo.
33 Por eso conviene sobremanera que todos los bautizados ejerzan este ministerio de caridad mutua en el Cuerpo de Cristo, tanto en la lucha contra la enfermedad y en el amor a los que sufren como en la celebración de los sacramentos de los enfermos.
34. La familia de los enfermos y los que, desde cualquier nivel los atiende, tienen una parte en este ministerio reconfortador. A ellos les corresponde en primer lugar fortalecer a los enfermos con palabras de fe y con oraciones en común, encomendarlos al Señor doliente y glorioso e, incluso, exhortarlos para que asociándose libremente a la pasión y muerte de Cristo, colaboren al bien del Pueblo de Dios. Al hacerse más grave la enfermedad, a ellos corresponde prevenir al párroco y preparar al enfermo con palabras prudentes y afectuosas…
35 Recuerden los sacerdotes, sobre todo los párrocos y todos los que se mencionan en el n. 16, que pertenece a su misión visitar a los enfermos con atención constante y ayudarles con inagotable caridad. Deberán, sobre todo en la administración de los sacramentos, estimular la esperanza de los presentes y fomentar su fe en Cristo paciente y glorificado de modo que, aportando el piadoso afecto de la madre Iglesia y el consuelo de la fe, reconforten a los creyentes e inviten a los demás a pensar en las realidades eternas.
36 Para que pueda percibirse mejor todo lo que se ha dicho de los sacramentos de la Unción y del Viático, y para que la fe pueda alimentarse, robustecerse y expresarse mejor, es de la mayor importancia que tanto los fieles en general como sobre todo los enfermos sean instruidos mediante una catequesis adecuada que les disponga a preparar la celebración y a participar realmente en ella, sobre todo si se hace comunitariamente.
37 Al preparar y ordenar la celebración de los sacramentos, el sacerdote se informará del estado del enfermo, de modo que tenga en cuenta su situación…
40 Teniendo en cuenta las circunstancias y necesidades de cada caso, así como los deseos de los enfermos y de los fieles, el ministro podrá usar las diversas facultades que se le ofrecen en la ejecución de los ritos: a) Primordialmente atenderá a la situación de fatiga de los enfermos y a las variaciones que experimente su estado físico a lo largo del día y en cada momento. b) Cuando no haya asistencia de fieles, recuerde el sacerdote que en él y en el enfermo está la Iglesia…
41 Observe la estructura del rito en la celebración, pero acomodándose a las circunstancias del lugar y de las personas… sobre todo cuando el enfermo se encuentra en un sanatorio y hay otros enfermos en la misma sala que, acaso, no participan de ningún modo en la celebración.
42 Dios no es Dios de muertos, sino de vivos (Mt 22, 33). Jesús ha venido para que los hombres tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10). La Iglesia continúa esta obra de Jesús y, como él y sus primeros Apóstoles, se inclina ante la humanidad dolorida para, en nombre de Jesucristo Nazareno, levantarla y hacerla caminar (cf. Hech 3, 6).
43 Todo el inmenso esfuerzo de los hombres de todas las culturas por superar la enfermedad, el progreso de la medicina y los avances insospechados de la cirugía, son reconocidos por la Iglesia como el cumplimiento de un designio de salvación plena trazado por Dios, si bien los trasciende, al mismo tiempo, al iluminar a la luz de la fe el verdadero y último destino del hombre.
44 … el sacramento de la Unción de los enfermos, cuya administración reducida en la práctica a los moribundos, es considerada, desde el Concilio Vaticano II, como una limitación que hay que corregir… el Ritual sigue con atención las múltiples y variadas situaciones y etapas por las que puede pasar el hombre enfermo -que muchas veces desembocan en la muerte- y para cada momento le ofrece la fuerza consoladora del Espíritu y la presencia fraternal de la Iglesia.
45 La enfermedad y el dolor humanos continúan siendo un misterio, como lo son, en mucho mayor grado, el sufrimiento y la muerte del Hijo de Dios Hecho Hombre. Nuestra fe en él tiene la fuerza de transformar nuestros sufrimientos y enfermedades, al sentirnos miembros de su Cuerpo, continuadores de su Pasión y cooperadores de su Redención. Pero a la vez, sabemos que él ha triunfado de la muerte y que es capaz de comunicar su energía vivificadora a todo nuestro ser, corporal y espiritual. Nuestra fe en su señorío universal sobre la creación entera alienta nuestra esperanza de una salvación en plenitud y no pone límites a nuestros deseos de alcanzarla para nosotros y para nuestros hermanos.
46 La utilidad y eficacia de la reforma que supone este Ritual sólo puede garantizarse mediante la práctica de una pastoral que comienza mucho antes de la situación de crisis, se desarrolla dentro de la misma y, en caso de salud recuperada, se prolonga tras la enfermedad. A estas tres situaciones debe corresponder, por lo tanto, una pastoral adecuada, cuyo contenido, finalidad y aplicación se describen a continuación.
Los enfermos en la pastoral de la Iglesia
47 Todos los cristianos deben ser instruidos diligentemente sobre el misterio de la enfermedad y sobre sus obligaciones para con los enfermos, así como sobre el sentido cristiano de la muerte para que, en cada circunstancia, puedan participar activa e inteligentemente en los sacramentos que la Iglesia pone a su disposición. La catequesis insistirá principalmente en estos puntos:
¥ La comunidad cristiana tiene unas obligaciones muy concretas para con sus enfermos. Los discípulos de Cristo recibieron del Señor el encargo de representarlo y de perpetuar su solicitud por ellos como miembros de su Cuerpo… la obligación de atender a los enfermos es cometida de todos y cada uno de los componentes de la comunidad cristiana.
¥ La enfermedad, a la luz de la Biblia y de la Tradición, es consecuencia de la condición pecadora del hombre. Sin embargo, los hombres, uniendo sus dolores a los padecimientos de Jesús, colaboran en la edificación del pueblo de Dios y completan lo que falta a la pasión de Cristo (Col 1, 24). Por lo tanto, si bien cada enfermo debe luchar para recuperar la salud, no podrá olvidar nunca que también es llamado a abrirse a esta nueva intervención de Cristo en su vida y asociarse más profunda y personalmente al Misterio Pascual.
¥ La Santa Unción está destinada a los que se encuentran seriamente afectados por la enfermedad y no a los moribundos. Descúbrase cómo, en esa especial situación de ansiedad y prueba, el hombre necesita verse robustecido con el sacramento de la Unción y ayudado con la gracia del Espíritu Santo, para vencer las tentaciones del enemigo, superar la angustia de la muerte y recuperar, tal vez, la salud perdida.
48 Además de la catequesis propiamente dicha, la acción pastoral estará orientada también a suscitar equipos que, como inmediatos colaboradores de los pastores, visiten, consuelen y ayuden a los enfermos. A estos equipos se les dará una formación más amplia y profunda sobre la significación de cada uno de los sacramentos de enfermos y sobre su celebración litúrgica.
49 El proceso de mentalización del pueblo de Dios es siempre lento y dificultoso, pero es necesario emprender esta tarea con ánimo y constancia. Los pastores que tienen cura de almas deben ser los primeros en asimilar el espíritu del Ritual para aplicarlo luego convenientemente en la práctica.
50 Es urgente iniciar y proseguir una acción más amplia dirigida a todos, y una mayor profundización en el conocimiento de los sacramentos de enfermos por parte de algunos miembros de la comunidad más directamente vinculados con el cuidado material y espiritual de los que sufren. Esta actitud pastoral… encontrará cauces muy adecuados:
¥ En la predicación ordinaria de la Iglesia…
¥ En reuniones de estudio y reflexión de pequeñas comunidades…
51 Hágase ver que la situación en que se encuentran los enfermos puede ser muy diversa. Solámente cuando llegue el momento de entrar en un contacto personal y frecuente, se podrán captar las formas precisas por las que puede manifestarse una verdadera solidaridad cristiana.
Pastoral Inmediata, Contenidos y necesidades Pastorqales
53 La enfermedad y la vejez siempre han sido situaciones personales especialmente delicadas, pero puede afirmarse con razón que, a pesar de las mejoras sociales de nuestro tiempo, en el mundo actual -especialmente en las regiones desarrolladas, constituyen una situación crítica que se ha agudizado por el ambiente materialista.
54 Los aspectos somáticos, psicológicos, sociales y religiosos que se entremezclan en un mismo enfermo, dan lugar a situaciones diferenciadas dentro de una misma enfermedad Entre los aspectos somáticos y psicológicos, habrá que tener en cuenta la distinta situación de un anciano, un enfermo a corto o a largo plazo, los enfermos crónicos o los que precisan una intervención quirúrgica. En unos, la esperanza de curación es grande, en otros se ha perdido totalmente; hay quien padece ansiedad, otros soledad. A ello habrá que sumar la formación cultural que, según los casos, será alivio o tortura para el enfermo. Y no faltará quien necesite ayuda material para poder sanar.
55 Sin olvidar estos aspectos, siempre condicionantes, se tendrán muy presentes sobre todo los distintos niveles de fe cristiana, para actuar siempre gradualmente, con discreción y pudor, evitando todo lo que pueda provocar dolor, resentimiento o alejamiento.
No debe faltar, a lo largo del doloroso itinerario que recorre el enfermo, la presencia alentadora de la Iglesia que le ayuda a vivir con pleno sentido cada una de las etapas de su enfermedad y, en todo momento, la acción primordial del sacerdote irá dirigida a crear y favorecer un clima de paz no sólo en el enfermo, sino también en la familia.
56 No se puede olvidar que, en la enfermedad, el cuerpo, lejos de ser olvidado y menospreciado, es objeto de atención, cuidado y esfuerzo, juntamente con el alma: es el hombre entero, cuerpo y alma, corazón y conciencia, inteligencia y voluntad, el que se quiere salvar y recuperar para la vida.
Convencidos de esta unidad sustancial en el hombre (alma-cuerpo) y de la interdependencia de ambos, la pastoral del enfermo procura crear un clima propicio para superar la prueba del alma y del cuerpo a fin de conseguir la salud de ambos o, en su caso, para ayudar al enfermo a la entrega humilde y confiada en manos del Padre.
Responsables Pastorales
57 a) Al obispo incumbe la obligación de promover y dirigir la pastoral de toda la diócesis, manifestando una atención especial hacia los más pobres y desamparados.
b) El presbítero… es especial servidor de la paz y del consuelo de Cristo. La presencia humilde y servicial junto al enfermo o anciano en un apostolado nada brillante es testimonio de su fe… el respeto y la discreción le sugerirán los momentos más oportunos de ayuda para que el enfermo vaya progresando en su identificación con Cristo paciente.
c) Las comunidades religiosas que tiene como misión el servicio a los enfermos… deben dar especialmente testimonio de fe y de esperanza teologal, en medio de un mundo cada vez más tecnificado y materialista… Cuidar a los enfermos en nombre de la Iglesia, como testigos de la compasión y ternura del Señor, es el carisma propio de las comunidades religiosas en las instituciones sanitarias.
d) Una de las grandes ocasiones para testimoniar que la Parroquia es una comunidad de amor, la ofrece la enfermedad de uno de sus miembros, durante la cual, los lazos que vinculan a una y otro (parroquia y enfermo) no sólo no se rompen sino que adquieren un sentido nuevo que debe ser robustecido por el amor pues, como dice el Apóstol, si padece un miembro, todos los miembros padecen con él (1 Cor 12, 26)… Asimismo, la comunidad parroquial… alentará la promoción de las asociaciones y fraternidades de enfermos, ya que son éstos los que, por sintonizar de manera más directa con otros enfermos, podrán realizar una gran labor en este campo. De este modo será patente que es una comunidad católica, esto es, abierta a las necesidades de todos los hombres. Convendrá tener en cuenta que, si bien hay que dar razón de la fe y la esperanza cristianas, ha de evitarse todo tipo de proselitismo o coacción, opuesto a la dignidad de la persona humana y a la libertad religiosa.
El laico que trabaja en el campo sanitario no sólo ejercita una de las más nobles profesiones sino que ejerce, de hecho, un apostolado frecuentemente misionero. La honradez y la competencia profesional son sin duda una condición indispensable que difícilmente puede ser suplida por ningún otro tipo de celo apostólico.
La familia cristiana, como Iglesia doméstica, sometida a la prueba por la enfermedad de uno de los suyos, ha de manifestar que es una comunidad natural de amor humano y cristiano, no sólo en la abnegación y entrega personal y en la solidaridad de todos, sino atendiendo al bien espiritual del enfermo. A los familiares, como creyentes, les debe preocupar llamar a los presbíteros de la Iglesia, o a cualquiera que tenga la responsabilidad de la pastoral de la enfermedad. Ellos son genuina representación de la Iglesia en todo el itinerario del enfermo.
Coordinación Necesaria
58 Se impone, dentro del mismo centro sanitario, una coordinación entre la actividad del capellán, las religiosas, los laicos sanitarios y la familia, para que ninguna de las necesidades de los enfermos quede desatendida. Y ello no sólo por razón de una buena organización, sino porque como creyentes forman una comunidad cristiana. … Igualmente ha de procurarse la mayor coordinación entre los capellanes y las parroquias. De esta manera, el centro sanitario será una prolongación de la parroquia de donde procede el enfermo y adonde ha de volver.
A nivel diocesano, la creación de secretariados de apostolado sanitario hará posible una pastoral de conjunto en coordinación con la pastoral caritativa de la Iglesia.
Pastoral Sacramental
59 Toda la pastoral de los enfermos encuentra plena culminación en la celebración de los sacramentos. Una buena celebración en la que participen activamente el presbítero, el enfermo, la familia y la comunidad cristiana, será siempre la mejor catequesis para el pueblo de Dios y superará en eficacia toda otra actividad en este campo. Por eso será necesario revisar una pastoral exclusivamente sacramentalista, reducida al empeño de hacer aceptar los sacramentos…
60 Para las varias y sucesivas etapas que recorre el hombre en el camino de su enfermedad, el Ritual prevé la adecuada ayuda sacramental. Esta progresiva asistencia espiritual responde a la naturaleza misma de los sacramentos de los enfermos, a la vez que se acomoda mejor a los avances técnicos de la medicina que logra, en muchos casos retrasar la muerte.
61 La actitud de conversión, el deseo del perdón de Dios y su celebración son una condición esencial de toda la vida cristiana… un momento crítico en la vida humana, como es la enfermedad, puede ser ocasión propicia para oír la llamada de Dios a la conversión.
63 La Eucaristía, sin ser un sacramento específico de la enfermedad, tiene estrecha relación con ella… la Eucaristía servirá para descubrir al enfermo, tentado de encerrarse egoístamente en sí mismo, el sentido de comunión total con Dios y los hombres que Cristo da a la vida.
65 La Unción de los enfermos es el sacramento específico de la enfermedad y no de la muerte. De acuerdo con la doctrina del Concilio Vaticano II… concebido y dispuesto para tal situación… la fórmula sacramental y las oraciones orientadas, conforme a la más genuina Tradición, hacia la salud y restablecimiento del enfermo. La neta distinción establecida con el Viático, como sacramento del tránsito de esta vida, ayuda a situar la Unción en su justo momento.
66 La Unción es sacramento de enfermos y sacramento de Vida, expresión ritual de la acción liberadora de Cristo que invita y al mismo tiempo ayuda al enfermo a participar en ella. La catequesis a todos los niveles ha de insistir en esto.
67 Es importante evitar el contraste del sacramento con los cuidados sanitarios, empeñados solamente en la recuperación de la salud. La Santa Unción no es, de ningún modo, el anuncio de la muerte cuando la medicina no tiene ya nada que hacer. Más aún, la Unción no es ajena al personal sanitario y asistencial, pues expresión del sentido cristiano del esfuerzo técnico. Sería muy de desear que el personal sanitario participara en la celebración para que pudiera abrir mejor el conjunto de su acción terapéutica a la vertiente sobrenatural, propia del sacramento.
68 La lucha por la salud no agota el sentido de la Unción… debe ayudar a vivir la enfermedad conforme al sentido de la fe; lo cual es bien distinto de ayudar a bien morir. El enfermo ha de ver en la Unción no la garantía de un milagro, sino la fuente de una esperanza.
69 Como sacramento del restablecimiento, la pastoral de la Unción debe preparar al enfermo para su reintegración a la vida ordinaria… tras haber vivido un encuentro peculiar con Cristo… Una pastoral postsacramental hará descubrir al enfermo la urgencia de vivir más evangélicamente sus relaciones con Dios y con los hermanos, y le vinculará más estrechamente con la comunidad cristiana a la que, con gratitud al consuelo que de ella recibió durante la enfermedad, tratará de dar ahora un testimonio más claro de su fe.
77 El Viático es el sacramento del tránsito de la vida… (78) La comunión en forma de viático… marca la última etapa de la peregrinación que inició el cristiano en su Bautismo… Con esta comunión solemne viene a completar un itinerario eucarístico comenzado el día de su primera comunión.
79 … una aceptación consciente de la muerte como paso con Cristo a la Vida.
82 La Iglesia ha estado presente a lo largo de toda la enfermedad y, al llegar el momento de la muerte, no abandona al cristiano sino que le ayuda a hacer su tránsito a la Vida eterna en unión con Cristo, y lo entrega a la Iglesia celeste, por medio de la oración. Su presencia allí, en esos momentos, es compañía, consuelo y plegaria. Pero sobre todo es un signo… el cristiano se salva formando parte del Pueblo de Dios.
83 Mientras el moribundo es consciente, la Iglesia ora con él y por él, para ayudarle a vencer la angustia natural de la muerte, uniendo su muerte a la de Cristo, que por su muerte venció la nuestra. Cuando el enfermo ya no puede rezar, la Iglesia ora por él y le entrega a la Iglesia celeste, al mismo tiempo que ella se consuela con el sentido pascual de la muerte.
84 … será muy recomendable la formación de laicos para este ministerio. Ellos tendrán que ejercer no pocas veces los oficios concernientes a la muerte cristiana.
85 Puesto que los hombres mueren cada vez en mayor número dentro de las instituciones sanitarias y lejos de sus comunidades naturales, los capellanes de esos centros hospitalarios prestarán un gran servicio pastoral con su esfuerzo por rodear los últimos momentos de la vida humana de un clima de comunidad. En este mundo en que el hombre respira un aire de soledad insoportable, los capellanes trabajarán por crear, al menos, lazos fraternales en torno a los moribundos.